Se encontraba sola por enésima vez. Al parecer a él le es más fácil pretender que nada ha pasado y seguir con la rutina que enfrentar un posible mea culpa; el exponerse a pasar por un momento amargo es impensable, aún sin tener la certeza de que efectivamente sucederá. Los prejuicios le ciegan.
Ella aún no aprende a bloquear sus sentimientos y se agobia, comete la torpeza de mezclar viejos traumas con los actuales y eso se traduce en un peso difícil de sobrellevar. Suena el teléfono. Una voz cálida y profunda se escucha del otro lado:
- ¿Cómo estás, preciosa?
- Acá, lo mismo de siempre.
- No suentas muy convencida, qué pasa?
- Crisis existencial, sweety.
- Por qué??!!
La charla se extiende un poco más. Ella quiere hablar pero no sabe si hacerlo; al final decide evitar el tema puntual y desahogarse más profundamente, los detalles y por qué ya no son relevantes. La voz le asegura que no debe preocuparse, que está subestimándose, negándose a los hechos y que, como prueba, debe abrir los ojos a lo tangible y contar cuántos nombres se vienen a su cabeza cuando le menciona la palabra mágica (en realidad, no son pocos).
De fondo se escucha Moloko. Ella se despide de la enigmática voz y se da cuenta de que en su rostro se ha dibujado una leve sonrisa. Será que...? Pues sí. Lentamente toma conciencia de cada parte de su cuerpo, su piel percibe la corriente de aire que la envuelve, cierra los ojos e intenta dejar caer junto con sus brazos la decepción. Sus manos tímidamente se posan en sus caderas, su respiración se agita, los vellos de sus brazos se erizan, todo su cuerpo se mueve sumergida en otro mundo; el sudor recorre su espalda, su pecho y su frente, su pelo enmarañado con tanto vaivén cae sobre sus ojos pero eso no le importa... ella está entrando en conección con el universo. Su corazón late con furia, las sienes le palpitan, sus piernas tiemblan y finalmente con un estrepitoso suspiro se deja caer en el sofá.
La canción se terminó.
Con el baile acaba de drenar sus insatisfacciones y con renovada energía se dispone a creer otra vez.
- ¿Cómo estás, preciosa?
- Acá, lo mismo de siempre.
- No suentas muy convencida, qué pasa?
- Crisis existencial, sweety.
- Por qué??!!
La charla se extiende un poco más. Ella quiere hablar pero no sabe si hacerlo; al final decide evitar el tema puntual y desahogarse más profundamente, los detalles y por qué ya no son relevantes. La voz le asegura que no debe preocuparse, que está subestimándose, negándose a los hechos y que, como prueba, debe abrir los ojos a lo tangible y contar cuántos nombres se vienen a su cabeza cuando le menciona la palabra mágica (en realidad, no son pocos).
De fondo se escucha Moloko. Ella se despide de la enigmática voz y se da cuenta de que en su rostro se ha dibujado una leve sonrisa. Será que...? Pues sí. Lentamente toma conciencia de cada parte de su cuerpo, su piel percibe la corriente de aire que la envuelve, cierra los ojos e intenta dejar caer junto con sus brazos la decepción. Sus manos tímidamente se posan en sus caderas, su respiración se agita, los vellos de sus brazos se erizan, todo su cuerpo se mueve sumergida en otro mundo; el sudor recorre su espalda, su pecho y su frente, su pelo enmarañado con tanto vaivén cae sobre sus ojos pero eso no le importa... ella está entrando en conección con el universo. Su corazón late con furia, las sienes le palpitan, sus piernas tiemblan y finalmente con un estrepitoso suspiro se deja caer en el sofá.
La canción se terminó.
Con el baile acaba de drenar sus insatisfacciones y con renovada energía se dispone a creer otra vez.
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